domingo, 15 de abril de 2012

Divorcio emocional


1.- Planteamiento.

¿Divorcio? Un término muy de moda, muy recurrido y poco comprendido. Usualmente el divorcio se entiende como la disolución de una relación conyugal en dónde de por medio hay un documento legal y que requiere de un dictado del Estado para que se formalice esa separación. Ya no te quiero, ya no me quieres, no nos aguantamos, pues, nos divorciamos. Simple ¿no? Esto es: se cree que debe haber matrimonio para que haya divorcio.


Comúnmente se entiende que el  matrimonio es la unión de una pareja cuya finalidad es preservar lazos sentimentales, fortalecer la continuidad  de la especie (la adopción cuenta), y vivir hasta que la muerte, separe. Hay infinidad de conceptos y criterios como estrellas en el cielo: las hay desde las más simples (como en este caso), las de aspecto legal, emocional, material, romántico, hasta las más complicadas que son tratados enteros y poco asequibles.

Aunado al rompimiento, ¿que pasará con los hijos, el patrimonio, la comunidad? ¿Qué pasa conmigo? Me parece que esta última es la pregunta más importante. Un proceso de divorcio es harto complejo o muy simple dependiendo, por supuesto, de las circunstancias particulares. Sin embargo, sucede que en la realidad, no necesariamente debe haber matrimonio para hablar de un divorcio o, por lo menos, para resentir sus consecuencias que emocionalmente pegan más duro: la decepción y la frustración; el desengaño y la rabia. O simplemente una apatía y desaliento total. En todos los casos, sin excepción, estos sentimientos afloran.

¿Que debo hacer? ¿Cómo me debo sentir? ¿Que puedo y que no debo compartir? Me duele mucho, ¿como te quito de mi mente y de mi alma? Ése es precisamente el punto del divorcio emocional o espiritual: como desligarme por completo de ti. Algunos estudiosos del tema sugieren que es más llevadera una viudez que un divorcio, ¿por qué? Porque en la viudez ya sabes y tienes la certeza de que tu pareja ya no está y no volverá; pero en el divorcio, sabes que tu pareja está viva y quizá lo esté pasando mucho mejor que contigo, y que cuando la veas, habrá un choque emocional muy fuerte.

Lo que es un hecho, es que nadie, absolutamente nadie, tiene el remedio para ese problema.

2.- ¿Es necesario que haya matrimonio para que se de el divorcio?

Yo creo que no. Toda interrelación humana tiene puntos de acercamiento y de alejamiento. Hay personas con quienes nos sentimos apreciados, protegidos, amados, fortalecidos; y hay con quienes francamente ni a la esquina. Esto es, cuando existe una relación tan profunda, ocurre una vinculación tal que genera una necesidad afectiva estrecha e íntima que es compartida a un nivel paritario.

Tales vinculaciones las hallamos con los amigos y amigas; con socios, compañeros de trabajo, familiares, vecinos, en el noviazgo, etc. Existe, pues, un pacto, un compromiso de lealtad, de caminar un sendero, de apoyar, de escuchar, de ser oídos, de auxiliar y ser auxiliados; un pacto que no requiere papeles y firmas, y al que no le interesa el estatus social o económico, raza o creencia. Simplemente, te sientes bien, me siento bien, y compartimos momentos íntimos (sueños, proyectos, planes, secretos, temores, triunfos, fracasos) No me da miedo expresarme porque sé que me oyes; no me avergüenza decir lo que siento, porque sé que me toleras. Yo sé que te puedo llamar y mi llamado tendrá respuesta. No te exijo ni me exiges porque compartimos calidad y no cantidad. Me bastan 5 minutos contigo y no necesito tenerte siempre aquí y, si no estás, esperaré porque sé que vendrás. Igual hago yo contigo.

Estas emociones y sentimientos se dan con personas especiales, porque nos hacen sentir especiales y las hacemos sentir especiales. ¡Con cuanto gusto recibimos una llamada, un correo, un mensaje o hasta una broma de quienes queremos! Y nos sentimos muy bien. Cosa distinta ocurre cuando esa necesidad afectiva se trastorna y se convierte en algo destructivo o, como decían Los Antiguos: tanta miel amarga. Tan nocivo es tener una codependencia afectiva, como ser el paño de lágrimas: el peso de la carreta se carga hacia un lado y no hay poder humano o divino que pueda con eso.

3.- Etimología de "Divorcio".

Esta palabra viene del latín 'divertere': "cada quien toma su lado". Dividirse, separarse, ya no seguir el mismo derrotero. ¿Cuántas veces ha ocurrido que, quien consideramos nuestro mejor amigo, amiga, amante, socio, de repente ya no está? No tanto en el sentido físico, sino emocional. Rompemos la sociedad, la amistad, nos alejamos o se alejan. ¿Duele eso? Por supuesto que sí cuando existe esa vinculación afectiva estrecha. Es ahí cuando decimos que hubo un divorcio.

En los casos donde hay matrimonio, pesa más la cuestión social y el temor al rechazo, así como la incertidumbre de familia y patrimonio. Hay matrimonios donde todo es miel sobre hojuelas, y otros donde francamente es un infierno; y es ahí donde el divorcio actúa como un remedio para dar por terminada una relación destruida.

Por alguna razón (la que sea -todas son válidas-) uno toma la decisión de ya no continuar caminando junto al otro. Quien decide salir del binomio, ya fijó su postura y la llevará a cabo pase-lo-que-pase, le duela-a-quien-le-duela. ¿Que hará quien aún conserva o quiere conservar esa vinculación? Por supuesto que en una posición de salvaguarda del interés propio, no debería pesar lo que siente la otra parte (eso puede desvirtuarse en chantaje emocional), o en otros casos derivar en una codependencia (pégame pero no me dejes).

4.- ¿Por qué me divorcio?

Una respuesta simple: Porque ya no quiero seguir. ¿Alguna razón válida? Razones todas son válidas; explicaciones no tanto, y justificaciones menos. En el reino animal, las palomas siempre vuelan a dónde hay pan. Dicho de otra manera: buscaré quien me de lo que ya no eres capaz de dar (compartir, reír, intimar, etc.) Suena duro y egoísta ¿verdad? Aún y cuando nuestra pareja haga lo necesario y hasta lo imposible por recuperar su posición, la relación ya no funciona en la mayoría de los casos.

Decía que con relación al matrimonio, el divorcio no siempre se invoca por razones sociales, familiares, de temor al rechazo, o por cuestiones patrimoniales. De acuerdo al INEGI (http://cuentame.inegi.gob.mx/poblacion/myd.aspx?tema=P), aún y cuando hay más matrimonios registrados (lo que no implica una buena calidad de vida), el número de divorcios legales ha ido en aumento: En 1970, por cada 100 matrimonios hubo tres divorcios; en 2003, esta cifra se elevó a 11 divorcios y para 2005 prácticamente hay 12 divorcios por cada 100 matrimonios. Otras fuentes revelan que el número es de 30 divorcios por cada 100 matrimonios (http://www.esmas.com/portada/432214.html)

La disparidad en las cifras se explica, en parte, porque para que haya un matrimonio civil el proceso es muy sencillo (toma un día); en cambio, el proceso de divorcio es altamente complejo y tardado la mayoría de las veces (de 2 a 12 años). La estadística del INEGI considera matrimonios y divorcios registrados conforme al censo, y no considera a las personas separadas de hecho.

Entrar a intimidades es más complicado pues, hay personas que tienen una convivencia de hecho sin cumplir con los fines propios de un matrimonio (la unión de dos personas para establecer una comunidad de vida); esto es, se vive bajo el mismo techo pero no se comparten proyectos, planes, intimidades... nada. Esto confirma que el divorcio va más allá de ser una institución legal para dar por terminado un matrimonio: puede haber un divorcio de hecho.

5.- La Fórmula.

Describir la emoción y el sentimiento que vincula de manera estrecha es... difícil. Los Antiguos escribieron: "Estoy contigo porque te quiero, porque te acepto, y porque te necesito". Tres puntos fundamentales que no ameritan una mayor explicación. Comprender este principio que está dictado desde eones quizá ayude a comprender el por qué estamos con alguien. No es algo que se explique: se siente.

Sin embargo, la dinámica nos lleva ya sea a fortalecer La Fórmula, o a destruirla. El punto más débil de la fórmula es la necesidad. Cuando ya no recibimos eso que necesitamos, empieza la zozobra. Si en vez de compresión hay reproches; en vez de amor desatención; en vez de apoyo alejamiento; etc., entonces ya no tenemos el satisfactor emocional que es motor de la relación. La manera más acertada de describir esta fase, es tal como la canta Armando Manzanero en su canción "No": "...porque ya no extraño como antes tu ausencia, porque ya disfruto aún sin tu presencia..."

Sin el aspecto "necesito", viene en declive el punto "acepto". Es en este momento cuando se empiezan a ver más defectos que virtudes; lo que antes se nos hacía adorable, ya no (y en casos extremos hasta repulsivo). Aquí es donde viene la fractura de toda relación, y tratar de reasumir el punto "necesidad", es como tratar de pegar una naranja partida a la mitad.

El declive viene con la muerte del "quiero". ¿Como querer a quien no se acepta ni se necesita? Aquí la muerte clínica y espiritual de la relación es más que declarada.

Como todo proceso humano, puede ser en un instante o tomar meses o años. Sentirse abandonado es, por ejemplo, una manera de acabar una relación: cartas sin respuesta, llamadas no tomadas, minimizar la atención que antaño era estupenda; etc. Al paso del tiempo, simplemente uno se percata de que ya no hay alguna razón para seguir.


6.- Me dejaron ¿Qué hago?

Uno siempre tiene la creencia de que hace las cosas bien, y de repente, simplemente ya no funcionó la relación. Y uno se pregunta repetidamente ¿por qué?

Afortunadamente, venimos armados con 3 actitudes que son el salvavidas: La Casta, El Orgullo, y  La Dignidad. Al igual que La Fórmula, no es algo que se explique: se siente y se aplica.

Una acepción simple de "casta" es que se trata de una fuerza instintiva-animal que nos impele a luchar para sobrevivir, no a huir, no a resignarse. Esta fuerza depende en gran medida del temperamento y del carácter. Si es lo suficientemente alto, le da soporte al "orgullo", que es una actitud humana en dónde uno reconoce su valía como individuo (que en una medida exagerada da lugar a la soberbia). Ambas potencias dan paso a la "dignidad", que es el amor propio.

Ya la cabida al aspecto sentimiento no opera; es cuando entra la razón a dar las pautas de establecer estrategias para superar ese dolor y reforzar la autoestima.

Implica un proceso de reconocimiento propio, una evolución espiritual, un crecimiento personal.

No comprender este salvavidas, puede desatar la búsqueda de alguien o de algo que nos haga sentir bien en el momento, pero que a futuro limita o anula el proceso de sanación: estar con alguien por despecho, o hacer o consumir algo -enviciarse-. En ambos casos hay daño en lo emocional y en lo físico, así como una disminución notable en la autoestima


Debbie Ford (Divorcio Espiritual, Ed. Diagonal, Barcelona 2002) refiere que existen 7 leyes espirituales del divorcio:

1.- Ley de Aceptación: Reconocer que hay una situación de hecho que nos desagrada;
2.- Ley de la Rendición: Observar la situación y admitir que no está en nuestras manos la solución (la ayuda llega sola);
3.- Ley de la Guía Divina: Humildad para ver el entorno de manera imparcial;
4.- Ley de la Responsabilidad: Aceptar nuestro papel en el drama del divorcio;
5.- Ley de la Elección: Asumir el compromiso de retomar el camino de nuestra vida;
6.- Ley del Perdón: Abandonar por completo nuestras opiniones y creencias de lo ocurrido -no repetir el disco a cada rato-;
7.- Ley de la Creación: Comenzar a construir un nuevo futuro.

Ford apoya su postura en demasía en el aspecto religioso-espiritual; aunque en sí la orientación (dejando de lado la religiosidad) puede ayudar a superar un proceso de divorcio. Lo ideal hubiera sido que fuera en una concepción más amplia que limitada al rompimiento de un matrimonio (insisto: existen relaciones afectivas estrechas e íntimas cuyo rompimiento causa dolor), así como ampliar más el aspecto emocional y no tanto de religiosidad.

El mismo salvavidas -casta, orgullo y dignidad-  puede ser un elemento valioso, bien aplicado, para dar por terminada una relación enferma o de sometimiento: Hace salir el "yo" que estaba aletargado, y reorientar el aspecto "necesito"; y desencadenar una serie de acciones para recuperar al ser más amado del universo: uno mismo.


7.- ¿Que sigue?

Reconocido el "yo", las estrategias para superar el divorcio pueden ser de varias maneras. Influye muchísimo el entorno social y patrimonial. Cada caso deberá ser sopesado por quien esté calzando esos zapatos. Como se dijo, puede darse el divorcio, pero continuar con una "convivencia" de hecho por las razones que se quieran (todas son válidas), o una separación ad corpus, o en el mejor de los casos (lo óptimo) es salir de casa y hallar otro lugar donde vivir, no depender de ese pasado y mucho menos aceptar intromisiones en el proceso de recuperación.

Otra estrategia puede consistir en no-hacer-nada, dejar las cosas como están y que el mundo gire, y simplemente esperar a que haya la suficiente capacidad evolutiva para dar el siguiente paso, que es el reinicio.


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